por Enrique M. Martínez
Sudamérica toda y en especial regiones con amplios recursos naturales como la Argentina, llevan casi 500 años de conquistas, donde el conquistador desplaza al nativo – si quiere solo su tierra – y puede también esclavizarlo, si busca usar su trabajo.
Ese germen de injusticia se multiplicó, se institucionalizó, se agregó a la cultura de la sociedad, con formas mutantes a través del tiempo, pero con un núcleo de inequidad inmutable.
Desde José Gervasio de Artigas para acá, se multiplicaron los intentos de corregir eso. Cada uno de ellos se hizo detrás de formas y valores diferentes. Repasar la historia completa nos vendría bien en momentos como éste.
Hasta que llegó el peronismo, despersonalizado como justicialismo por el propio Juan Perón.
Justicia social como meta central, con la independencia económica y la soberanía política como condiciones necesarias.
¿Qué se entendía entonces por justicia social?
Institucionalizar derechos sociales para los trabajadores en relación de dependencia y por extensión para toda la población, junto con mejorar la distribución del ingreso entre empleadores y empleados. Parte de aquellos derechos se debían implementar a través de leyes que los capitalistas debían respetar y aplicar. Otra parte por entidades públicas a crear y/o fortalecer.
El Estado era el garante de esa estructura y administrador de los eventuales conflictos, en pos de una comunidad organizada, que serenamente permitiera a cada uno construir su destino.
El punto de partida era bien diferente al escenario deseado, con facetas injustas por doquier.
¿Con rebeldía popular relevante?
Con rebeldía latente de gran magnitud, que quedó en evidencia el 17 de octubre de 1945, pero sin la organización propia suficiente que garantizara algún éxito, salvo contando con un Estado protector.
Ese fue el Estado justicialista, que llevó la lanza y el escudo de esa pelea.
Fue la primera forma del Estado presente de estos tiempos.
Otro capítulo de historia a entender es cómo se implementó la representación de los humillados y ofendidos en aquel momento y cómo evolucionó la misma a través de los 80 años desde entonces, dentro del mismo título de Estado Presente.
Eso requiere fortalecer el análisis de dos miradas: la de quien representa y la del representado.
EL QUE REPRESENTA
El liderazgo de Juan Perón tiene muchos rasgos en común con otros como el de Hugo Chavez o Lula o Salvador Allende y pocos como Rafael Correa, Cristina Kirchner o aún Evo Morales.
¿Cual es la diferencia que percibo?
Son o han sido todas figuras muy diferenciadas de sus entornos, pero el primer grupo, además de absorber decisiones en su persona, buscó durante su gestión diseminar principios y valores que pudieran tomar vuelo propio y que fueran generadores de una nueva cultura social, más independiente de lo instalado por el colonizador.
En el segundo grupo, la prédica de quien conduce es confrontativa con un poder – esencialmente económico – al cual se admite como dominante. Se conduce la resistencia activa, incluso pronosticando con frecuencia una posible derrota. Esa resistencia se remite a logros anteriores, que se busca recuperar. El “fifty-fifty” como meta simbólica de hace 80 años reaparece en discursos de Cristina e incluso se acompaña periódicamente en cuadros estadísticos que muestran lo alcanzado.
Esto está sujeto a verificar si sigue siendo una meta correcta, ya que omite dos cosas importantes:
. Una explicación sobre las variaciones del contexto en función de la evolución del capitalismo como modelo hegemónico.
. Un análisis de la subjetividad de los conducidos y cómo ésta varía luego de una secuencia de mejoras pequeñas o moderadas, intercalada con grandes derrotas.
Otro elemento a considerar para el segundo tipo de liderazgos es que su revalidación es esencialmente electoral, por lo cual los líderes prestan una atención superlativa a ese frente y establecen o fortalecen una democracia delegativa, que en la práctica reduce- a veces de manera muy brutal – los caminos de participación popular, hasta de los militantes cercanos al poder.
Está claro que lo dicho es opinable en grado sumo. Justamente sería valioso que lo hiciéramos, con la entrega y la honestidad intelectual que esta tarea requiere.
LOS Y LAS REPRESENTADAS
Retrocedamos por un momento a 1945.
La subjetividad popular no reclamaba fábricas sin patrones o campos cooperativizados. Buscaba derechos formales a defender y un Estado que asegurase esa defensa.
Mucha agua corrió desde 1955 y muchos intentos hubo para eliminar beneficios adquiridos o pendientes.
Con todo el peso ideológico del justicialismo y sus 10 años de gobierno iniciales, personalmente viví la experiencia en 1969 de subir en Misiones a un ómnibus repleto y que el chofer reclamara con entera naturalidad a misioneros de piel oscura que me cedieran el asiento.
Aún entonces, el trabajo golondrina movía centenares de miles de compatriotas medio año fuera de su terruño, viviendo en condiciones nada humanas, para que su familia sobreviviera el año completo. Eso disminuyó con el tiempo – hasta hoy – casi exclusivamente por la sojización, que desplazó cultivos que requerían mayor aporte de trabajo manual.
Las villas miseria – que las hemos ocultado en parte con muros y en parte llamándolas barrios populares – se multiplicaron.
La pobreza, después de 12 años de gobierno justicialista en este siglo, era en 2015 del 25%, cuando en 1955 no superaba un dígito.
El Estado Preente siglo 21 busca atender las necesidades básicas de los más humildes con entrega de alimentos y abrigo, sin encarar los problemas de vivienda, que se agudizaron enormemente, ni de trabajo productivo, lo cual no solo se refleja en la desprotección social creciente, sino en la baja del valor agregado por cápita.
El trabajo doméstico y de cuidado, sin cobertura social, es el mayor flanco laboral descubierto, a pesar de leyes y reglamentaciones que se multiplican y que se incumplen en paralelo.
El segundo gran colectivo de trabajadores sin derechos es el rural, mostrando una continuidad cultural que se arrastra desde hace 200 años.
Todo lo anterior, además de ser dramático, es cierto. A pesar del esfuerzo de las conducciones del campo popular que dicen y creen bregar por corregirlo.
Esta “continuidad de la desgracia” tiene dos efectos centrales sobre la subjetividad popular:
- Los más humildes, los “excluidos”, consideran natural su condición y en todo caso, pasan a superarla por mecanismos que afectan a otros colectivos sociales – la delincuencia mayor o menor – o por subordinación a los cantos de sirena. En este sentido, el gobierno de LLA representa un límite difícil de superar racionalmente, con un vértice político totalmente inepto que es capaz de construir fantasías de solución instantánea – hasta dice haberlas alcanzado – a problemas de larga tradición, mientras su periferia política se aplica al despojo más completo de nuestros bienes materiales o culturales.
Ruego prestar especial atención a la naturalización, luego de 70 años, de la imposibilidad personal de progreso.
- Los sectores medios, con algún piso de dignidad en su supervivencia y mayor acceso a los medios de comunicación audiovisuales o ahora digitales, se convierten en el colchón numérico para que los que se benefician con la inequidad se muevan con serenidad. Sea por miedo a ser pobres, o por la manipulación que los invita a probar las migas del festín, se ubican cómodos construyendo como enemigos imaginarios a quienes creemos que se debe priorizar la equidad social.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA ALTERNATIVA POPULAR
En el contexto resumido, la solución no pasa por:
. Recordar la pérdida de derechos que una parte de la población nunca tuvo, más allá de su fragilidad actual.
. Apelar a caminos de progreso futuro que los gobiernos populares actuales no han podido poner en vías de implementación. Ni la alimentación de cada comunidad, ni la vivienda masiva, ni el trabajo digno para todos, están asegurados en los ámbitos actuales de gobierno justicialista.
. Cuestionar la política financiera o macroeconómica del adversario sin señalar en pocas páginas cuál es la propuesta adecuada y por qué.
Pero más allá de estrategias electorales éstas aparecen solas si se desarrolla un intenso trabajo en la comunidad construyendo lazos entre intereses comunes; corrigiendo asimetrías en las cadenas de valor básicas, que ponen a los productores pequeños a merced de los intermediarios comerciales; desarrollando modelos prácticos para pasar desde la dependencia del comedor comunitario a la alimentación autogestionada; promoviendo cooperativas de vivienda en todo el país.
Es decir: generar soluciones a problemas hasta olvidados porque se considera imposible su resolución, lo cual jerarquizará la conciencia colectiva.
Esto no elimina la necesidad de tener una caracterización correcta de la dependencia neocolonial y del manejo necesario en el frente externo, donde se encuentran elementos clave para dar continuidad a la injusticia. Pero incorpora los temas que constituyen el grueso de la conciencia colectiva cotidiana.
La manipulación; la invitación a ganar dinero con la timba financiera; todas las lacras del capitalismo concentrado y salvaje seguirán estando.
Enfrente, más allá de las elecciones, habrá un ejército poderoso juntando voluntades, que gane o pierda ocasionalmente, creerá que al final vencerá, no sólo resistirá.
27.10.25
Me permití comentarios a este motivador documento de E.M.M. para acompañar el debate propuesto. Envío mi aporte a lastresconsignas@gmail.com
Espero que la metodología que empleé sea adecuada.
Corrijo la manera de presentar mis comentarios para alentar el debate.
REPRESENTAR LA REBELDÍA
Comentarios de Roke Naranjo
Enrique M. Martínez
2025 – OCT 27
https://lastresconsignas.ar/representar-la-rebeldia/
Sudamérica toda y en especial regiones con amplios recursos naturales como la Argentina, llevan casi 500 años de conquistas, donde el conquistador desplaza al nativo – si quiere solo su tierra – y puede también esclavizarlo, si busca usar su trabajo.
Ese germen de injusticia se multiplicó, se institucionalizó, se agregó a la cultura de la sociedad, con formas mutantes a través del tiempo, pero con un núcleo de inequidad inmutable.
COMENTARIO: Yo sostengo que forma parte de la cultura occidental. Como decía Rodolfo Kush, quienes llegaron a este continente son conquistadores; los conquistadores conquistan, y para conquistar someten a los conquistados de la manera que sea para obtener benefi-cios exclusivamente para ellos. Hay que reconocer que son exitosos en la implementa-ción de esa cultura, lograda inescrupulosamente por la fuerza. Y hay que reconocer que está socialmente internalizada, aunque algunos nos resistamos.
Desde José Gervasio de Artigas para acá, se multiplicaron los intentos de corregir eso. Cada uno de ellos se hizo detrás de formas y valores diferentes. Repasar la historia completa nos vendría bien en momentos como éste.
COMENTARIO: Los pueblos originarios de nuestro continente se resistieron sin éxito desde un principio. Hoy hay historiadores que plantean que los intentos de independizarse de España son previos a 1810 y no surgieron de las élites intelectuales que argumentaron a partir de la Revolución Francesa. Artigas adoptó como hijo a Andesito Guacurari, líder guaraní que se resistía a la dominación, sin olvidar a Tupac Amaru y tantos otros andinos. (Pablo Camogli, “Pueblo y guerra”, Planeta, Buenos Aires, 2017; “Andresito. Historia de un pueblo en armas.”, Buenos Aires, 2015)
Hasta que llegó el peronismo, despersonalizado como justicialismo por el propio Juan Perón. Justicia social como meta central, con la independencia económica y la soberanía política como condiciones necesarias.
¿Qué se entendía entonces por justicia social?
COMENTARIO: La justicia social es el concepto revolucionario que el peronismo introduce en Argentina y se irradia a nuestro continente y más allá aun. Joseph Needham consideró que, en China, la escuela de Confucio, al privilegiar la justicia social, motivó el fracaso de esa sociedad para poder acceder a la “modernidad” [Joseph Needham, “La gran titulación”, Alianza Universidad, Madrid, 1977 (Original Georges Allen & Unwin Ltd,, 1969)]. Y hoy se presenta la idea de que la justicia social es una estafa.
Institucionalizar derechos sociales para los trabajadores en relación de dependencia y por extensión para toda la población, junto con mejorar la distribución del ingreso entre empleadores y empleados. Parte de aquellos derechos se debían implementar a través de leyes que los capitalistas debían respetar y aplicar. Otra parte por entidades públicas a crear y/o fortalecer.
El Estado era el garante de esa estructura y administrador de los eventuales conflictos, en pos de una comunidad organizada, que serenamente permitiera a cada uno construir su destino.
COMENTARIO: En el confucianismo, la justicia social se basa en la armonía social, la rectitud moral (義 yì) y el gobierno virtuoso, más que en leyes coercitivas. Implica que cada persona debe cumplir su rol social para un beneficio colectivo, y los gobernantes deben liderar con el ejemplo moral para inspirar la virtud en los súbditos, buscando el bienestar común en lugar de la ganancia personal. En nuestro continente no se teorizó, pero se pretendía lograr “el buen vivir” de toda la población.
El punto de partida era bien diferente al escenario descrito, con facetas injustas por doquier.
¿Con rebeldía popular relevante?
Con rebeldía latente de gran magnitud, que quedó en evidencia el 17 de octubre de 1945, pero sin la organización propia suficiente que garantizara algún éxito, salvo contando con un Estado protector.
Ese fue el Estado justicialista, que llevó la lanza y el escudo de esa pelea.
Fue la primera forma del Estado presente de estos tiempos.
Otro capítulo de historia a entender es cómo se implementó la representación de los humillados y ofendidos en aquel momento y cómo evolucionó la misma a través de los 80 años desde entonces, dentro del mismo título de Estado Presente.
Eso requiere fortalecer el análisis de dos miradas: la de quien representa y la del representado.
EL QUE REPRESENTA
El liderazgo de Juan Perón tiene muchos rasgos en común con otros como el de Hugo Chávez o Lula o Salvador Allende y pocos como Rafael Correa, Cristina Kirchner o aún Evo Morales.
¿Cuál es la diferencia que percibo?
Son o han sido todas figuras muy diferenciadas de sus entornos, pero el primer grupo, además de absorber decisiones en su persona, buscó durante su gestión diseminar principios y valores que pudieran tomar vuelo propio y que fueran generadores de una nueva cultura social, más independiente de lo instalado por el colonizador.
En el segundo grupo, la prédica de quien conduce es confrontativa con un poder – esencialmente económico – al cual se admite como dominante. Se conduce la resistencia activa, incluso pronosticando con frecuencia una posible derrota. Esa resistencia se remite a logros anteriores, que se busca recuperar. El “fifty-fifty” como meta simbólica de hace 80 años reaparece en discursos de Cristina e incluso se acompaña periódicamente en cuadros estadísticos que muestran lo alcanzado.
Esto está sujeto a verificar si sigue siendo una meta correcta, ya que omite dos cosas importantes:
• Una explicación sobre las variaciones del contexto en función de la evolución del capitalismo como modelo hege-mónico.
COMENTARIO: Perón insistía en señalar que los contextos, tanto nacionales como internacionales, cambian mucho y que hay que actualizar la Doctrina manteniendo los principios. (“Conducción política”, 1952).
• Un análisis de la subjetividad de los conducidos y cómo ésta varía luego de una secuencia de mejoras pequeñas o moderadas, intercalada con grandes derrotas.
COMENTARIO: Los cambios subjetivos de los sectores del pueblo que han mejorado su posición social gracias a las políticas peronistas y que luego se vuelven gorilas es un tema que no se abordó y amerita abordarlo con la actualización doctrinaria que Perón insistía había que realizar periódicamente.
Otro elemento a considerar para el segundo tipo de liderazgos es que su revalidación es esencialmente electoral, por lo cual los líderes prestan una atención superlativa a ese frente y establecen o fortalecen una democracia delegativa, que en la práctica reduce- a veces de manera muy brutal – los caminos de participación popular, hasta de los mili-tantes cercanos al poder.
COMENTARIO: El contacto permanente de la militancia con el pueblo es imprescindible, y esa era una tarea que llevaban a cabo las Unidades Básicas y los Gremios, trabajando políticamente en el territorio. Pero que por diversos motivos se desactivó (la persecución durante las dictaduras; la política específica para desalentar sus acciones implementadas por el menemismo; y muchas otras, incluyendo propias).
Está claro que lo dicho es opinable en grado sumo. Justamente sería valioso que lo hiciéramos, con la entrega y la honestidad intelectual que esta tarea requiere.
LOS Y LAS REPRESENTADAS
Retrocedamos por un momento a 1945.
La subjetividad popular no reclamaba fábricas sin patrones o campos cooperativizados. Buscaba derechos formales a defender y un Estado que asegurase esa defensa.
Mucha agua corrió desde 1955 y muchos intentos hubo para eliminar beneficios adquiridos o pendientes.
Con todo el peso ideológico del justicialismo y sus 10 años de gobierno iniciales, personalmente viví la experiencia en 1969 de subir en Misiones a un ómnibus repleto y el chofer reclamara con entera naturalidad a misioneros de piel oscura que me cedieran el asiento.
COMENTARIO: Otra de las evidencias de la falta de adoctrinamiento en todos los niveles de la población.
Aún entonces, el trabajo golondrina movía centenares de miles de compatriotas medio año fuera de su terruño, viviendo en condiciones nada humanas, para que su familia sobreviviera el año completo. Eso disminuyó con el tiempo – hasta hoy – casi exclusivamente por la sojización, que desplazó cultivos que requerían mayor aporte de trabajo manual.
Las villas miseria – que las hemos ocultado en parte con muros y en parte llamándolas barrios populares – se multiplicaron.
La pobreza, después de 12 años de gobierno justicialista en este siglo, era en 2015 del 25%, cuando en 1955 no superaba un dígito.
Las necesidades básicas de los más humildes, el Estado Presente siglo 21 las busca atender con entrega de alimentos y abrigo, sin encarar los problemas de vivienda, que se agudizaron enormemente, ni de trabajo productivo, que no solo se refleja en la desprotección social creciente, sino en la baja del valor agregado por cápita.
El trabajo doméstico y de cuidado, sin cobertura social, es el mayor flanco laboral descubierto, a pesar de leyes y reglamentaciones que se multiplican y que se incumplen en paralelo.
Todo lo anterior, además de ser dramático, es cierto. A pesar del reconocimiento de las conducciones del campo popular que dicen y creen bregar por corregirlo.
Esta “continuidad de la desgracia” tiene dos efectos centrales sobre la subjetividad popular:
• Los más humildes, los “excluidos”, consideran natural su condición y en todo caso, pasan a superarla por mecanismos que afectan a otros colectivos sociales – la delincuencia mayor o menor – o por subordinación a los cantos de sirena. En este sentido, el gobierno de LLA representa un límite difícil de superar racionalmente, con un vértice político totalmente inepto que es capaz de construir fantasías de solución instantánea – hasta dice haberlas alcanzado – a problemas de larga tradición, mientras su periferia política se aplica al despojo más completo de nuestros bienes materiales o culturales.
Ruego prestar especial atención a la naturalización, luego de 70 años, de la falta de progreso posible.
• Los sectores medios, con algún piso de dignidad en su supervivencia y mayor acceso a los medios de comunicación audiovisuales o ahora digitales, se convierten en el colchón numérico para que los que se benefician con la inequidad se muevan con serenidad. Sean por miedo a ser pobres, o por la manipulación que los invita a probar las migas del festín, se ubican cómodos construyendo como enemigos a quienes priorizan la equidad social.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA ALTERNATIVA POPULAR
En el contexto resumido, la solución no pasa por:
• Recordar la pérdida de derechos que una parte de la población nunca tuvo, más allá de su fragilidad actual.
• Apelar a caminos de progreso futuro que los gobiernos populares actuales no han podido poner en vías de implementación. Ni la alimentación de cada comunidad, ni la vivienda masiva, ni el trabajo digno para todos, están asegurados en los ámbitos de gobierno justicialista actual.
• Cuestionar la política financiera o macroeconómica del adversario sin señalar en pocas páginas cuál es la propuesta adecuada y por qué.
Pero más allá de estrategias electorales éstas aparecen solas si se desarrolla un intenso trabajo en la comunidad construyendo lazos entre intereses comunes; corrigiendo asimetrías en las cadenas de valor básicas, que ponen a los productores pequeños a merced de los intermediarios comerciales; desarrollos modelos prácticos para pasar desde la dependencia del comedor comunitario a la alimentación autogestionada; promoviendo cooperativas de vivienda en todo el país.
COMENTARIO: Para ello, insisto, considero necesario adoctrinar a la población, particularmente a los militantes, e implementar las Unidades Básicas como centros ubicados en los barrios, junto a la población, trabajando con ellos en la definición y resolución de los problemas cotidianos.
Es decir: generar soluciones a problemas hasta olvidados porque se considera imposible su resolución, lo cual jerarquizará la conciencia colectiva.
Esto no elimina la necesidad de tener una caracterización correcta de la dependencia neocolonial y del manejo necesario en el frente externo. Pero incorpora los temas que constituyen el grueso de la conciencia colectiva cotidiana.
La manipulación; la invitación a ganar dinero con la timba financiera; todas las lacras del capitalismo concentrado y salvaje seguirán estando.
Enfrente, más allá de las elecciones, habrá un ejército poderoso juntando voluntades, que gane o pierda ocasionalmente, cree que al final vencerá, no sólo resistirá.