Estas reflexiones serán hechas en primera persona.
Llevo más de medio siglo involucrado en la política argentina, conocí en directo el pensamiento y los reflejos de muchos protagonistas primarios o secundarios de esos escenarios. De esas vivencias y de muchas tardes y noches de insomnio, intento armar gran parte del rompecabezas del destino argentino. Con la levedad que tiene ese ejercicio, pero al menos con la serenidad que emerge de ver cómo encajan algunos centenares de piezas.
Considero valioso ordenar y transmitir mis reflexiones sobre las asignaturas pendientes del campo popular, más que incursionar en relatos anecdóticos que resultan invitaciones a mirar por la ventana de la casa de al lado y no aportan marcos lógicos para cumplir con alguna misión transformadora.
Hace 80 años que el justicialismo enarbola sus tres consignas básicas. Muchos miles tratamos de corporizarlas en iniciativas concretas. El punto es que todo el tiempo nos enfrentamos al desafío de encontrar la metodología apropiada y en esto es crucial entender contra qué estamos peleando.
Enfrente hay dos tipos de adversarios.
Uno es muy evidente, son los intereses de apropiarse del fruto del trabajo ajeno, sea al interior de un ámbito que agrega valor a insumos y entrega bienes de uso comunitario, o sea dentro de la pandemia permanente que genera el capitalismo, con sus tentáculos financieros que buscan hacer dinero solo con dinero.
El otro conjunto de adversarios son las creencias y especialmente los valores, que se nos meten en el cuerpo postulando que el sistema de relaciones laborales y sociales es el único posible y que nuestra obligación es mejorar su funcionamiento para cuidar a los más débiles. El resultado es que creemos que no podemos ni debemos aspirar a cambiar el sistema.
Como consecuencia de esta última mirada, todo el marco analítico de la situación nacional usa los parámetros que el capitalismo define y ningún otro.
Un pequeño listado como ejemplo.
Néstor Kirchner era obsesivo de los superávit gemelos y son famosas sus libretas donde anotaba las novedades diarias.
Desde 2003 hasta alrededor de 2010 se mantuvo la posibilidad que un particular comprara 2 Millones de usd por día por cualquier destino. Por esta vía se perdieron más de 25.000 Millones de usd que se podrían haber incorporado a las reservas del BCRA. A la regulación posterior pasó a llamársele peyorativamente “cepo”.
Las paritarias, en los últimos 40 años, siempre regularon salarios. Nunca precios y salarios.
La ley que regula el sistema financiero tiene más de 50 años. Hubo proyectos legislativos de modificación, pero nunca se discutió el tema a nivel político general, ni sus efectos sobre la economía nacional.
La concentración económica es una evolución considerada natural. Reducirla se considera innecesario o utópico. Regularla suena antidemocrático. Como símbolo mínimo pero de significación, las licitaciones de compra de alimentos para la residencia presidencial, siempre pidieron leche o aceite “tipo” la marca líder y lo siguen haciendo. Después de casi 10 gobiernos…
Podríamos seguir con una lista de las miradas “normales”.
Sin embargo, los trabajos de Martín Schorr y sus compañeros de Flacso, desde hace 25 años al menos, muestran que una balanza de pagos negativa y sistemática es consecuencia del control de gran parte del mercado interno por corporaciones multinacionales, que generan un flujo de divisas al exterior por diversos mecanismos, los que habitualmente superan los saldos positivos de la balanza comercial ( expo – impo).
O sea, desde hace varias décadas es un hecho estructural.
A ese concepto se le agrega el fenómeno de la financiarización de las grandes corporaciones, sean ellas nacionales o multinacionales, que tan bien describen con ejemplos concretos los dos primeros capítulos de “El país que quieren los dueños” que compiló Alejandro Bercovich, mostrando como las guaridas fiscales son el destino final de utilidades, autopréstamos, servicios simulados y cuanta forma de sacar dinero del sistema nos podamos imaginar.
La conclusión de la convergencia de ambos fenómenos es que no estamos frente a un problema de mala gestión. Ni siquiera frente a un problema que se pueda describir como de inequidad en la distribución de los ingresos.
Estamos frente a una inestabilidad estructural provocada por un déficit persistente de balanza de pagos, que a su vez causa una acumulación de deuda externa, que luego favorece a la especulación financiera, en una espiral cada vez más aguda.
La única salida para este escenario es un férreo manejo del sector externo, política que se coloca en las antípodas de las recomendaciones de todos los gurúes históricos y presentes que actúan en beneficio del capital financiero.
Para lograr ese cambio de mirada se necesita un apoyo popular muy sólido, que se fundamente en una clara conciencia de cuáles son los problemas y cuáles las soluciones y en la convicción que las cargas se repartirán proporcionalmente a la capacidad de sostenerlas.
Como todo lector informado puede verificar, no es ese el cauce actual del debate argentino ni hay señales que estemos avanzando hacia él.
Aquellos con menor formación económica se concentran en mostrar cómo la derecha nos roba, vende nuestro patrimonio, ejerce una crueldad con pocos antecedentes.
Los otros, los que se animan a los senderos económicos, parecen en su gran mayoría seguir negando el problema estructural; pronostican con facilidad el fracaso de la gestión de derecha; pero siguen hablando de cepo, de hipotéticas soluciones devaluatorias, de refinanciaciones de la crisis, en paralelo con contenciones de los más humildes, sin capacidad para demostrar que los buitres financieros no volverán de tal modo a ganar y a torpedear cualquier tibio intento popular.
Es muy posible que estas discusiones no sean pertinentes en épocas electorales, donde se exacerban sentimientos más primarios para decidir quienes nos han de representar.
No me cabe duda, sin embargo, que en todos los espacios de gobierno – especialmente los ejecutivos – a los que acceda el campo popular hay que evitar colocarse en la posición que le tocó al gran Antonio Cafiero cuando lo designaron Ministro de Economía de María Estela de Perón y se auto tituló como administrador de una crisis, sin ningún grado de libertad para cambiar algo.
Por el contrario, hay que construir capacidad de diagnóstico; de planificación transformadora. Hay que reducir la importancia de la mirada desarrollista, que imagina que Vaca Muerta o la minería del cobre nos salvarán y encaran planes sectoriales con destino de tercer cajón del escritorio. Sin eliminar esa evaluación, hay que mutar con urgencia, dando prioridad a la propuesta de Mariana Mazzucato y su gente, que sostienen que los planes deben ser “misiones orientadas a resolver problemas básicos de la comunidad”. Lo demás, fortalece u obstaculiza esas metas, pero las mismas no deben ser negociables.
Esto cambiará muchas cosas. No solo podrá dar esperanza a grandes fracciones de compatriotas sino que llevará a redefinir por completo el Estado Presente.
El Estado Presente debe dejar de ser el intento de cuidar a los humildes dentro de un esquema en que se admite ab initio que no se dispone de la fuerza suficiente para doblegar al adversario, como en los últimos años ha señalado varias veces Cristina Kirchner. Por esa vía, nos precipitamos al masoquismo.
El Estado Presente debe administrar la comunidad de un modo tal de conseguir creciente autonomía productiva de los sectores más necesitados, que estén en aptitud para trabajar. Para eso se necesita ordenar cada cadena de valor de manera tal que desaparezcan los eslabones que simplemente se apropian del valor generado por otro.
Este principio puede ser implementado a escala bien modesta, como un comedor comunitario que genere sus propios recursos, o a escala nacional, encarando con fuerza la argentinización del comercio internacional de granos y la eliminación de las retenciones, dos asignaturas pendientes desde hace décadas. Sector por sector, actividad por actividad, hay que trabajar sobre las relaciones inter personales e inter sectoriales, con seriedad, con compromiso, sin fetiches ya oxidados.
Hoy el Estado Presente, en el mejor de los casos, compensa falencias de los más débiles, pero lo hace de una manera que asigna ingentes recursos en alimentos, medicamentos y todo tipo de bienes y servicios, siendo muy probable que los grandes ganadores sean las empresas hegemónicas de cada sector, reforzando así una malsana concentración.
Mañana mismo, deberemos festejar que el Estado Presente promueva desde la producción y abastecimiento local de alimentos en todo el país, hasta una minería del cobre que complete la industrialización hacia adelante y elimine toda importación de cobre elaborado.
Debe recuperar una correcta política de abastecimiento interno de energía y combustibles con tarifas asociadas a los costos de producción, no a los precios de exportación.
Debe ordenar toda la política agropecuaria, de forma que a la vez que se eliminen gravámenes que han perdido todo sentido, se proteja a los más de 600.000 trabajadores sin derechos sociales, por prolongación de situaciones feudales por doquier.
Y así todo. Fácil de concebir si se alcanza la coherencia de buscar beneficios comunitarios. Posible de implementar si entendemos que es la única salida, lo explicamos como corresponde y peleamos de verdad contra los bandidos.
No gestionan mal. Nos roban.
Enrique M. Martínez
Anexo.
Me parece valioso acompañar un listado mínimo de protagonistas de la vida política nacional e internacional con los que he tenido vínculo personal de variada intensidad, pero intercambio suficiente como para poder reflexionar sobre sus aportes, sus limitaciones, sus virtudes y defectos, su arsenal teórico para entender la realidad nacional, su compromiso para usar la transgresión o su vocación de adaptarse.
Todo eso me ayudó a contar con mi mirada actual.
Antes de hoy
Jorge Di Pascuale, secretario del gremio de Farmacia (desaparecido)
Rolando García, ex decano de Ciencia Exactas y coordinador del Consejo Tecnológico en 1973.
Héctor Abrales, entrañable guía de mis primeros pasos políticos (desaparecido).
Angel Monti, autor del Proyecto Nacional que J. D. Perón avaló en 1973.
Raúl Alfonsín
Fernando de la Rúa
José Luis Machinea
Juan José Llach
Pablo Gerchunoff
Roberto Lavagna
Domingo Cavallo
Federico Sturzenegger
Carlos Chacho Alvarez
José Octavio Bordón
Rodolfo Terragno
Dante Caputo, ex canciller
Héctor Recalde
Alicia Castro
Luis Brandoni (como diputado)
Alfredo Bravo
Jesús Rodriguez, ex diputado radical
Rodolfo Puiggros
Ernesto Villanueva
Arturo Armada, coordinador de Unidos
Raúl Zaffaroni
Paolo Rocca
Roberto Urquía
Jorge Capitanich
Hugo Chavez Frías, durante 4 intensos años de colaboración Venezuela/Argentina
Néstor Kirchner
En los tiempos presentes
Jorge Taiana
Cristina Kirchner
Gildo Insfrán y parte de su equipo de gobierno.
Alberto Sileoni
Javier Rodriguez, ministro de Agricultura de BsAs
Gabriel Katopodis
Andrés Larroque
Carlos Bianco
Gustavo Cocconi, intendente de Tapalqué
Juan José Mussi, Intendente de Berazategui
Jorge Ferraresi
Carlos Heller
Emilio Pérsico
Martín Lousteau
Eduardo Toniolli
Juan Grabois
Gringo Castro (ex secretario de la UTEP)
Peluca Gramajo (secretario de la UTEP)
Nahuel Levaggi (UTT)
Ricardo Aronskind
Felisa Miceli
Silvina Batakis
Mariel Fernandez, intendenta de Moreno
Guillermo Moreno
Roberto Feletti
Eduardo Aliverti
Ernesto Tenembaum
Alejandro Bercovich
Diego Genoud
Felix Crous
Martín Granovsky
Daniel Tognetti
Raúl Dellatorre
Numerosos protagonistas de la economía popular, tanto como productores como consumidores.
De todos los nombrados he procurado entender su camino, en directo.
16.10.25
Comparto todos y cada uno de tus conceptos, si no cambiamos este sistema no hay futuro posible
Estimado Martínez, voy directamente a exponer lo que su charla del jueves 16, unida a la lectura de su artículo “Nuestros problemas” en “Tres consignas”, provocó en mí y hace surgir ideas a las que usted refirió en varias ocasiones y yo, en mi modesto accionar pueblerino, expongo aunque no encuentro interlocutores que se interesen.
Usted señala que el Estado debe ser redefinido para pasar de ofrecer supuestas soluciones a ser promotor de la comunidad persiguiendo objetivos de la comunidad.
En paralelo se hace necesario que la población deje de esperar pasivamente que el Estado le brinde las supuestas soluciones que los burócratas decidieron ofrecer –aún con buena onda y voluntad- para pasar a involucrarse directamente en la resolución comunitaria de sus problemas.
Usted propone, como le es habitual, acciones prácticas posibles de ser implementadas ya si se logra que los decisores políticos comprendan la lógica propuesta.
Yo me permito agregar una serie de acciones a desarrollar en paralelo y a más largo plazo para poder consolidar la propuesta planteada por usted y que se basa en señalamientos hechos por el General en “Conducción política”:
1) Actualizar la Doctrina manteniendo los principios según los cambios contextuales –nacionales e internacionales- que se van produciendo.
Los políticos y funcionarios del Estado tienen que adecuarse a las nuevas realidades para encontrar en cada caso la manera en que se puede lograr la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.
No es útil para nuestra causa “arreglar lo que se desarregló” ni “enderezar lo que se torció”, lo cual implicaría volver a ejecutar mecánicamente lo que en algún otro momento pudo ser adecuado, pero que respondía a otra realidad contextual.
2) Adoctrinar a nuestra población, a los políticos y funcionarios del Estado para que acompañen y contribuyan a impulsar y defender las políticas que se implementen.
Esta tarea no sólo se debe llevar a cabo en cursos académicos sino en el desarrollo práctico cotidiano de acciones ejecutadas en las Unidades Básicas y en cuanto espacio sea posible (tener en cuenta la realidad digital actual).
Lo anterior es una muy reducida idea tengo y que ameritaría analizar en profundidad, debatirla y desarrollarla con precisión y encontrar la manera de implementarla.
Muchas gracias por su atención.