por Enrique M. Martínez
Un programa ambicioso debe convocar a mayorías.
Esa condición central es imposible de lograr si es que su contenido plantea competir con el otro para alcanzar alguna meta que se define o sobreentiende al alcance de pocos.
Este contrasentido lo creen superar las propuestas reaccionarias apelando a sofismas, a cada vez más densas campañas de manipulación de las conciencias de los más postergados, en definitiva apelando a caminos que derivan en más injusticia, más inestabilidad, más fracasos.
A su vez, no lo puede lograr una propuesta popular con consignas como “la patria es el otro”, de fondo evangélico, que plantea en esencia un deber ser de generosidad, que se da de frente con una realidad cotidiana cada vez más despiadada y que además no tiene forma de mostrar con facilidad y en abundancia ejemplos concretos que corporizen esa meta.
Tampoco es suficiente con reiterar el “síganme”, que supone la existencia de algún liderazgo inobjetable en términos morales y técnicos. Para una sociedad tan quebrada y acosada por décadas de presión sobre la conciencia colectiva, se hace imposible pretender que se confíe en conducciones políticas a las que los interesados en mantener un sistema injusto se han dedicado especialmente a desacreditar.
Ahora aparece “sumar fuerzas” para desplazar a un proyecto que ostensiblemente profundiza las inequidades, llegando al límite de despreciar las ideas de justicia social o de igualdad de oportunidades.
Parece valioso poner el foco en los despreciables atributos del adversario.
Sin embargo, el punto groseramente frágil es que no aparecen ideas fuerza que describan las armas con las que confrontamos, los caminos a recorrer. diseñar, construir. Solo nos invitan a conseguir que la suma nuestra sea la mejor en las urnas. Y eso lo lograríamos con variedad de argumentos, hasta admitiendo algo absurdo: que las metas del adversario son correctas, pero las gestionan mal y nosotros lo haríamos bien.
Lo veo difícil. No es para nada improbable. Pero en el mejor de los casos nos convoca a una victoria en que seríamos a la vez ganadores y analfabetos funcionales, porque no sabríamos qué hacer con esa victoria, ni siquiera cómo conservarla.
¿ENTONCES?
Son ya casi 70 años de esfuerzo de la potencia dominante en este continente y de sus socios funcionales, buscando retroceder a la Argentina a su condición neocolonial vigente antes de 1943.
Sus reiterados fracasos institucionales, a pesar de cooptar gobiernos elegidos con otros horizontes, de golpes militares, de una inmensa presión cultural sobre los humildes y la clase media, no les han impedido avanzar en “éxitos” estructurales, que nos condicionan con la deuda externa, con el bloqueo de proyectos de desarrollo autónomo, con la convicción generalizada que excluídos y sumergidos habrá siempre, como ya hace más de 30 años llegó a admitir y proclamar Carlos Menem.
Hoy la soberanía política y la independencia económica están resignadamente en cuestión, como atributos que podrían ser prescindibles. La justicia social aparece como deseable seguramente para mayorías, pero si no se puede…, ojalá que yo y mi familia estemos del lado de arriba.
Eso pensamos.
Todo ese conjunto es nuestro profundo enemigo interno.
LA PROPUESTA
Solo se puede vencer planteando metas que le den vigencia concreta a las tres consignas que caracterizaron nuestro último proyecto claramente exitoso en el intento de dejar de ser una colonia, antes de Inglaterra, ahora de Estados Unidos.
Debemos entender la diferencia entre la Patria y la Colonia.
Debemos concluir que centralmente ella consiste en que en la Patria puede haber un futuro mejor para cada uno de nosotros y nuestros descendientes, cosa que no es posible en una Colonia.
Deberán aparecer historiadores en nuestra ayuda, que no se limiten a recordar el préstamos de Baring Brothers a Rivadavia o el Pacto Roca-Runciman de alrededor de 1930.
Necesitamos que cuenten en detalle los efectos de dejar en manos de multinacionales la hegemonía en la exportación de granos; los bloqueos al desarrollo nuclear; el dictado de la ley de promoción minera de 1994, como una política mundial que abarcó América, África y Asia; la diferencia entre explotar nuestros recursos petroleros y gasíferos en un marco controlado por el Estado y su alternativa actual de casi regalar los recursos a contratistas; la desvalorización de la ciencia y tecnología como factores autónomos de desarrollo; la transferencia a multinacionales del liderazgo en producción y distribución para nuestro mercado interno y los efectos letales de eso en nuestras cuentas con el exterior.
No son culpas las que hay que asignar.
Son destinos los que hay que comparar: lo que nos hicieron y lo que pudo o debe ser.
A la vez que se instale en el centro de la discusión la necesidad de la soberanía política y la independencia económica, se requiere convocar a los compatriotas a discutir la forma de vincularnos entre nosotros y cómo de ello depende nuestro futuro individual y colectivo.
El escenario futuro del país con la octava superficie del mundo, con recursos agrícolas y energéticos de excepción e importantes recursos pesqueros, mineros, forestales, hídricos, no DEBE ser más que positivo y contenedor para todos quienes habitemos esta tierra.
La construcción de las relaciones sociales tiene que mutar desde la pelea actual por la frazada corta hacia “Una Patria que crece trabajando en conjunto”.
EL TRÁNSITO
Podría extenderme en el plano electoral. Cómo elegir candidatos para salir de la delegación a los de siempre, en que no se asumen compromisos por parte de los elegidos. Cómo aumentar la participación antes, durante y luego de procesos electorales. Cómo intentar abarcar los intereses de sectores hoy en puja, para confluir a conflictos administrados. Todo esto es necesario. Pero quiero centrarme en un plano mucho más subjetivo, al alcance de nosotros, los ciudadanos comunes y normalmente ausente de los planteos o análisis políticos.
Ante la enorme dimensión que ha tomado la exclusión y la consiguiente pobreza en el país, la iniciativa le corresponde a quienes por variadas razones hemos quedado del lado de arriba en este caos; quienes disponemos de ingresos que nos permiten pensar con alguna serenidad mayor.
Poco construiremos desde la teoría aislada, en este escenario donde el desgaste de frases e intenciones repetidas y no concretadas es la norma.
Buscando resumir en una consigna de acción la militancia social a nuestro alcance debería concentrarse en hacer más eficiente la producción y distribución de los elementos para la vida cotidiana, permitiendo de esa manera que productores más pequeños tengan acceso a un mayor número de consumidores y asimismo, que quienes ocupan el último escalón en la pirámide distributiva tengan más oportunidad de acceder a los consumos básicos.
Eso implica, por ejemplo:
. Eliminar intermediarios puramente comerciales – o peor, financieros – de las cadenas de valor alimentarias o de indumentaria.
. Promover cooperativas de vivienda y tratar de convertirlas en política pública a escala de municipios.
. Acercar la producción al consumo, agrupando los productores locales, sobre todo de alimentos frescos e indumentaria y dándole visibilidad comunitaria, para que el sector crezca cuali y cuantitativamente.
Todas estas iniciativas y muchas otras similares en el plano educativo, cultural, recreativo, pueden contribuir a construir un imaginario enteramente opuesto al dominante, que destruye el tejido social a partir de la premisa que no alcanza para todos.
Agrupar voluntades detrás de un objeto común, que puede tener implicancias económicas o no, pero que sea auténticamente sentido por un colectivo, puede ser una tarea que se concrete desde una conducción, pero también puede ser concebido e implementado desde el conjunto involucrado.
Se trata de metas reconstructoras del tejido social, tan lastimado por gestiones políticas como la actual, con la virtud de que se propagan los conceptos, que se pueden trasladar rápidamente de un frente social a otro.
Mucho se debe y mucho se puede. En el ámbito político tradicional y también en términos enteramente creativos, en los nuevos espacios que aparecieron al convertir en andrajos el tejido social.
Vamos por allí. Lo esencial es no quedarse rumiando ni tampoco elegir opciones que anuncien nuevas derrotas.
4.8.25