En Argentina la inflación se ha instalado como un problema central para toda la sociedad, ya hace más de 70 años.
Al tratar de entender las causas y luego las posibles soluciones, le hemos trasladado la cuestión a los economistas, ya que por tratarse de los precios de las distintas variables económicas, esto parece tan natural como consultar a un médico por un dolor de pecho.
Sin embargo, resulta que los economistas se han complicado en infinitas discusiones sobre la cuestión, hablando de razones monetarias; de puja distributiva; de causas estructurales; para terminar considerando que es un problema multicausal, sin mayores especificaciones, como si eso explicara algo.
A continuación, se encaran caminos de gran dogmatismo ( como el del actual gobierno), que se concentran en una única causa o de variado pragmatismo, en que se construyen recetas circunstanciales.
En todos los casos, se trata de prueba y error. Si se controla, fenómeno. Si no sucede así, (como ocurre en la gran mayoría de los casos), la política se encarga de buscar algún ámbito al cual echarle la culpa.
Y la vida va.
En el camino, hay quienes aprenden a beneficiarse con la inflación, lo cual complica enormemente el escenario, porque no solo agrava el problema sino que tiende a perpetuarlo.
Tal dislate tiene una razón central. El cúmulo de explicaciones insuficientes o aún erróneas, con tantos caminos que conducen a la nada, es producto de que el tema no se circunscribe a la economía; que los análisis macro y microeconómicos no lo contienen por completo; que hay que usar una metodología que tenga en cuenta los reflejos del tejido social, tanto de los individuos con poder relativo importante, como de cada una de las otras categorías sociales.
LAS CAUSAS SOCIALES CENTRALES
En un proceso inflacionario hay dos tipos de modificaciones de precios de bienes y servicios:
- De aquellos que provee o regula el Estado en forma directa.
- De aquellos que proveen los particulares, de cualquier dimensión en el mercado.
Los precios de los primeros variarán fruto de decisiones ideológicas, buscando, con el poder del Estado, proteger o promover o beneficiar determinados actores o buscando alcanzar alguna meta macroeconómica a la cual se le asigna alguna responsabilidad en la reducción de la inflación.
Los segundos surgirán de la necesidad de trasladar costos generados por los aumentos decididos por el Estado o por proveedores que también varíen sus precios. Pero también podrán ser fruto del temor por la evolución general, adelantándose a eventuales perjuicios. O, finalmente, disponiendo de una posición dominante en el mercado, se tomará ventaja de precios respecto de la competencia, dentro de un escenario de inflación que se supone generalizada.
El resumen de reflejos de la administración pública y privada tendrá entonces componentes:
- Ideológicos, sobre la distribución de precios relativos y los sectores que recibirán ventajas.
- De temor a la incertidumbre.
- De aprovechamiento del poder relativo.
QUÉ HACER
Ya sabemos y podríamos extendernos sobre la lógica del neoliberalismo y quienes son los ganadores y perdedores para esa forma de ver la sociedad.
El desafío más valioso, sin embargo, es aclarar cuál debe ser la lógica de quienes quieran proteger a los más débiles y promover una Nación más armónica y con esperanzas generales positivas.
Son tres los planos a atender, como se ha visto y se reitera:
. El ideológico en la gestión pública, que evite que tanto concesionarios de servicios públicos o de otras actividades que sean monopolios naturales o empresas concentradas, tengan posibilidades de generar súper ganancias apoyadas en erróneas decisiones de gobierno. Para anclar la idea en algún ejemplo práctico, resultaría insólito que un gobierno acepte que un concesionario de extracción de petróleo fije precios internacionales para su producción dirigida al mercado interno, cuando lo justo es que se fije una cierta rentabilidad sobre el costo de producción. Lo insólito es lo que hoy tiene vigencia, dolorosamente.
. El uso de una posición dominante en los mercados de bienes y servicios, orientado a extraer riqueza de los competidores más pequeños y de los consumidores, a elección de quien sea hegemónico. Este proceso de dominancia por parte de los más poderosos es creciente y no ha sido reflejado por la teoría económica ortodoxa, que supone que los competidores más pequeños utilizan el menor precio de venta de sus productos para ganar presencia en el mercado, hecho que tiene muy poca vigencia en ausencia de medidas públicas específicas que lo promuevan.
Algunos compañeros, aferrados a la academia, sostienen que este argumento es inválido, porque una empresa hegemónica podría obtener beneficios superlativos si aplicara esos criterios sistemáticamente.
Me permito señalar que ese comentario es simplista y por eso erróneo. No se sostiene que adelantarse a la inflación es un elemento de generación de rentabilidad que forma parte permanente de la política de una empresa. Simplemente, que quien domina el mercado tiene más posibilidad de defenderse en un contexto inflacionario y usa su herramental, aunque de tal modo incentiva ese proceso. El tema da para mucho y se aceptan debates sobre la cuestión.
. La incertidumbre a nivel ciudadano. Cuando la incerteza pasa a ser el escenario corriente, buena parte de las conductas pasan a ser promotoras del desorden económico, pasan a ser destructoras del tejido social, convirtiendo al otro en riesgo potencial para nuestra vida. En tal contexto, la inflación es solo una faceta en el contexto. Grave, pero que se suma a varios males que realimentamos de modo incesante.
El primer y el segundo plano son de necesaria mutación ideológica para aspirar a tener un país sereno. Solo si se tiene plena conciencia de que hay que gobernar para todos y todas y esa convicción se traslada a la gestión cotidiana y detallada, se puede evitar la extracción abusiva de riqueza por parte de individuos o sectores.
Esta apropiación no solo es injusta en sí misma, sino que alimenta la incertidumbre a la que ahora me referiré.
El tercer aspecto destacado, la incertidumbre, debe ser desmenuzado hasta encontrar su causa primera, más allá de la posterior realimentación del problema al no haberlo resuelto por décadas.
Algunos comentarios aparecen en el documento “El buen vivir”, en esta misma hoja.
29.7.24