LA ECONOMÍA ES POLÍTICA
Toda decisión económica es política.
Fenómeno.
¿Y entonces? ¿Qué es la política?
Pocas cosas más intrincadas que desentrañar el sentido de la política, de hacer política, a lo largo de la historia de la humanidad.
En definitiva, parece ser el arte de administrar las relaciones al interior de una comunidad.
No es una ciencia, es un arte, y como tal queda sometida a la interpretación de quienes están involucrados en los resultados de ejercer esa actividad. O sea, todos nosotros.
Por conclusión inversa, la economía tampoco es una ciencia. Un efecto básico de las decisiones económicas es modificar las relaciones entre los miembros de la comunidad, tanto en términos presentes como en proyección de sus vidas. Y eso no surge por aplicación de reglas inexorables, que estén fuera de la posibilidad de ser modificadas por nuevos contextos o nuevas racionalidades.
O sea: No jodamos. Toda decisión económica que perjudique la condición de vida de algún grupo social, no solo beneficia a otro grupo social, sino que podría ser evitada, modificada, superada.
No es que se pueda hacer cualquier cosa. Es que se puede siempre y en todo lugar evitar perjuicios para quienes no acrediten otros atributos que su vocación de subsistir y construir un futuro para ellos y sus descendencias, en base a su trabajo en la comunidad.
No hay otra forma mejor para imaginar premios y castigos sociales, que asignarlos en función del aporte a la vida comunitaria.
A partir de esta premisa y sin violarla nunca jamás, podemos sumergirnos en la enorme complejidad de los senderos que llevan a identificar y calificar tales aportes.
Planteado así el desafío, el primer arbitraje que se necesita es entre la calidad de vida de aquellos que tienen menos autonomía para ganar el pan con el sudor de su frente y la retribución a los emprendedores que generan la variada gama de bienes y servicios que se consumen al interior del tejido social. O sea: entre el trabajo y el capital productivo.
Si los decisores políticos no son capaces de definir las ecuaciones que mantengan vivas las empresas y a la vez aseguren que todos los compatriotas puedan acceder a un trabajo digno, sea o no en relación de dependencia, el fracaso y el conflicto social serán solo cuestión de tiempo.
Esas son la referencia de sensatez de cualquier programa económico/político.
DE QUÉ DEPENDE
Hay dos etapas sucesivas para salir del laberinto.
La primera es entender y hacer entender a los actores sociales clave en qué consisten las limitantes económicas, cuáles son sus causas y cuáles las soluciones.
La segunda es construir los acuerdos, las regulaciones y los controles para que esa racionalidad conseguida no sea derrotada por la subjetividad de grupos que prefieran huir hacia escenarios que no abarquen a todos, que aparenten dejarlos a ellos en mejor posición relativa.
Esta secuencia vale para todos los aspectos críticos de un programa, especialmente si es aplicado a un país como el nuestro que arrastra décadas de crisis, de desconfianza mutua, de caminos mal diseñados y nada debatidos.
Un país que nos abarque debe tener inflación a niveles internacionales; moneda local soberana; deuda externa e interna controladas y pagables; trabajo digno para todos y todas y correlativamente bajos niveles de pobreza y de necesidades básicas insatisfechas; políticas ambientales adecuadas; áreas de producción social integradas en la conciencia colectiva.
No hay razones genéticas, históricas o de culturas arraigadas que impidan plantear esos escenarios. No hay motivos tolerables para seguir siendo un país no encuadrable, no previsible, cuya población opta por saltar de extremo a extremo arrastrada por la angustia de no entender qué y por qué, ni cómo tener una vida serena.
No hay razón, en suma, para considerar natural vivir en una comunidad donde de un plumazo se dan o quitan beneficios a sectores enteros de la población, generando transferencias monumentales entre grupos y donde los perjudicados suelen quedar al borde de la indigencia. Un país de suma cero es un país inviable.
No se lo hace viable ni siquiera logrando inclinar la balanza hacia las masas desposeídas, mientras se continúe con la mirada de suma cero, porque de esa manera los resultados serán inexorablemente escasos, insuficientes y para peor reversibles.
25.7.24/ las3consignas