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AQUÍ TAMBIÉN SE PUEDE: 10 EJEMPLOS ARGENTINOS DE PRODUCCIÓN SOCIAL  

Autor: Eduardo Blanco

¿A qué llamamos empresa social? El concepto tiene alcances precisos que son reconocidos por la enorme mayoría de los países en donde esta idea ha sido difundida. La Comisión Europea elaboró, en 2011, una definición de las empresas sociales que los ayuda a encuadrar su función a los fines de tener una legislación específica con criterios unificados. Así quedó instituido en estos países que esos emprendimientos son “empresas que se dirigen a alcanzar un objetivo social, los beneficios se reinvierten en el objetivo social y la organización se basa en principios democráticos, participativos y orientados a la justicia social”. 

Es un encuadre posible al que se debe agregar expresamente la condición de que en la cadena de valor de una empresa social no puede haber explotación ni abusos de ningún tipo y que su misión social está definida por las demandas comunitarias.

Aun cuando el desarrollo de las empresas sociales está difundido en Europa y especialmente en los países de la comunidad anglo, en la Argentina de la última década se han desarrollado varias experiencias que pueden encuadrarse dentro de la producción social. Algunas consolidadas, otras dando sus primeros pasos, otras en etapa experimental, pero todas demostrando que se trata de un camino productivo virtuoso que, bien planificado, puede articularse con municipios, organismos de ciencia y tecnología, capitales privados y organizaciones sociales. 

A continuación, se exponen diez ejemplos nacionales de diversas actividades donde la producción social está presente pese a la inexistencia de estrategias estatales que la impulsen. En la mayoría de los casos se puede mejorar y profundizar el esquema de producción, pero aun en ese estado embrionario se demuestra que el resultado es el trabajo sostenible y el beneficio comunitario.          

Cooperativa de apicultores Pampero

El pampero es un viento frecuente en los veranos e inviernos del sur bonaerense, las tormentas cortas que provoca forman parte de la identidad de esa región en la que abundan los emprendimientos apícolas. En 1996, un plan estatal denominado Cambio Rural buscaba asistir a los pequeños productores desde las agencias del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y uno de sus agentes, Raúl Olleta, había sido designado para acompañar a unidades productivas de miel que intentaban sobrevivir en pueblos cercanos a Bahía Blanca, en el límite bonaerense con la Patagonia. En ese primer esfuerzo por la supervivencia se asienta la historia de una cooperativa que hoy ofrece una solución orgánica única en el mundo a uno de los principales problemas de la apicultura.

Pampero se puso en movimiento y luego de años de trabajo intenso, en 2012, se formalizó el grupo original en la Cámara Apícola Pampero, constituida hoy por 180 productores del sudoeste bonaerense que cuenta con unas 120 mil colmenas. Asociada a ellos se formó la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero que desde un comienzo buscó atender con el trabajo de técnicos e investigadores las necesidades de esos productores, con un enfoque que convirtiera esta historia en un singular caso de asociativismo científico-productivo.

Unidos por las ráfagas de viento sureño, los participantes de la cooperativa en los años iniciales buscaron identificar las necesidades básicas de los productores. Fue cuando apareció el fantasma común de la varroa, un ácaro que constituye el principal problema de la apicultura prácticamente en todo el mundo porque es la única enfermedad que ataca indistintamente tanto a las abejas adultas como a las crías y permite el ataque de cualquier virus. La varroa debilita a las colmenas y, si no se trata a tiempo, las destruye.

El grupo se puso a buscar las soluciones que existían en el mercado y las investigaciones publicadas sobre el tema. Así fue como se conectaron con la Universidad del Sur, de Bahía Blanca, y con la de Mar del Plata, que tiene un laboratorio dedicado a la apicultura, para buscar una alternativa eficaz a los remedios conocidos. De esas investigaciones surgió Aluen CAP, un acaricida sin tóxicos, de alta eficacia y único remedio orgánico en el mundo para este problema. La diferencia entre este producto natural y los sintéticos es enorme en precio y calidad. Especialmente porque Aluen CAP puede usarse sin el riesgo de que afecte la calidad de la miel y su eficacia alcanza al 95 por ciento.

Aluen CAP se exporta hoy a diez países y Pampero ha firmado contratos con otros veinte, en los que está a la espera de que las autoridades sanitarias permitan su comercialización. El acaricida natural llegó en el momento justo en que la cooperativa tuvo que afrontar el hacerse cargo de pagarles a los técnicos que hasta 2016 estaban financiados por el Estado. Por eso, necesitó sumar nuevos socios para encarar la producción.

Mediante dos subsidios del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), Pampero puedo primero tramitar el patentamiento internacional de Aluen CAP, en 2015, y dos años después montar el primer laboratorio veterinario cooperativo de la Argentina, el Calfu Mapu, ubicado en la localidad de Calderón, donde producen el medicamento y se desarrollan otros proyectos. Se trata de un laboratorio modelo, porque las estrictas normas sanitarias que tiene cada país donde se comercializa o se intenta comercializar el acaricida obliga a extremar los cuidados.

La alianza de producción e investigación que reúne al grupo Pampero mantiene activos a los 28 socios actuales de la cooperativa, cuyo promedio de edad es de 30 años. Buscaron soluciones para las colmenas ubicadas en zonas fumigadas con agrotóxicos y crearon un suplemento alimentario de polen que fortalece las defensas de las abejas y estimula a las reinas para que pongan más huevos y haya más crías.

En el rubro alimentos desarrollaron una línea gourmet de mieles orgánicas tipificadas según el origen floral de la región donde se producen y están trabajando en la producción de vinos y cervezas elaborados a base de miel.

Paralelamente, los socios organizan charlas para difundir la actividad apícola en las escuelas, especialmente en el sudoeste bonaerense, donde están asentados sus productores. La propuesta busca estimular a los chicos y que se interesen en esta actividad como un posible medio de vida futuro. La apicultura necesita de ese recambio que no suele darse naturalmente en las familias productoras. En una investigación del Programa de Extensión y Cambio Rural del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, solo el 27 % de los productores estimó que sus hijos continuarían con el emprendimiento familiar.

El objetivo fundacional que se destaca en la presentación de la página web de Pampero es “lograr la autosustentabilidad de la apicultura, mediante la democratización de los medios de producción” y otra de las vías para lograrlo es el proyecto de la revista Eunk, una publicación científica en la que está trabajando junto a la Universidad Nacional del Sur (UNS), la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Ahí los autores no deben pagar por publicar y los interesados tienen acceso libre a las investigaciones, a diferencia de lo que ocurre con muchos medios similares en los que quienes publican y quienes reciben la información deben abonar. Desde 2015, la cooperativa se autofinancia. 

Reacondicionamiento de mataderos y frigoríficos municipales 

Los mataderos municipales constituyeron instalaciones que acompañaron el crecimiento de los poblados que fueron necesitando cubrir las necesidades de faenar animales de consumo. El crecimiento de la industria privada con sus propios espacios de faena y la concentración en grandes mercados centralizados provocó el cierre de muchos de los mataderos que existieron hasta avanzado el siglo XX, como parte del desarrollo urbano. 

En varias localidades se están tratando de rescatar esos mataderos municipales con la idea de aprovechar esos espacios como parte de la recuperación del consumo popular de alimentos con apoyo de los distintos escenarios estatales. En esa tarea hay una intervención indispensable de organismos de ciencia y tecnología, especialmente INTA, INTI y SENASA, para reacondicionar los establecimientos y asegurar los aspectos sanitarios y de innovación. 

El cubrir esa necesidad comunitaria, en general tratando de que se genere trabajo en la base social y, al mismo tiempo, que los vecinos tengan carne local y a un precio accesible, es una actividad que se puede encuadrar dentro de la producción social, especialmente cuando los trabajadores se hacen cargo de la línea de producción completa y pueden agregar valor a los productos que surgen de la faena.

Una experiencia destacable es la de la cooperativa JJ Gómez, de General Roca, en Río Negro, que después de la gestión exitosa de un frigorífico recuperado pudo reacondicionar el matadero municipal de la localidad de Jacobacci, con una inversión propia. Este proyecto no solo mejora las posibilidades locales de producción, sino que ayuda a limitar el consumo de ganado clandestino, que se había generalizado en la zona por la falta de una faena controlada.

Sistema innovador de producción de carne porcina en Mendoza 

El municipio de General Alvear, en Mendoza, realiza desde 2021 una experiencia de financiamiento a productores porcinos para fomentar el desarrollo local del sector y, al mismo tiempo, obtener carne de primera calidad, con supervisión del matadero municipal y bromatología. El programa beneficia a 10 productores locales a quienes se les adelanta el pago de la compra del abastecimiento de carne para 12 merenderos que atienden las necesidades alimentarias de 600 personas. 

El programa de Fortalecimiento de la Cadena Cárnica Porcina dispone, además, el servicio del matadero municipal para los productores. La iniciativa, además de fortalecer el sector, también tiene un importante sentido social ya que se provee a los merenderos con carne de primera calidad. Una variante de esta modalidad, que puede ser también un complemento, es el sistema que se utiliza en varios países de Agricultura Apoyada por la Comunidad (CSA, por su sigla en inglés), que en el caso de los productores de carne podrían recibir un pago por adelantado de una cantidad de mercadería a entregar en un lapso de tiempo acordado.

Línea aviar de producción social en General Pico

Entre los proyectos iniciales del Parque de Producción Social de General Pico figura el impulso de una línea de producción de pollos organizada entre el municipio, la Facultad de Veterinaria de la UNLpam y el INTI. El plan es crear una línea aviar de producción social, que contempla toda la cadena productiva, desde la genética hasta la comercialización. La primera etapa de este proyecto está en marcha desde septiembre de 2023, con la identificación de productores locales dispuestos a participar y su capacitación. 

Los 70 mil habitantes de General Pico consumen 60 mil pollos por mes que provienen casi totalmente de otras provincias. La comunidad de Pico está en condiciones de producir localmente un porcentaje de ese alimento básico mejorando su calidad, lo que implicaría varias ventajas: ahorro en transporte, seguridad sanitaria y generación de trabajo para pequeños productores locales. 

El polo de producción aviar tiene como objetivo central atender esa necesidad de la comunidad de General Pico, creando un sistema basado en el servicio, y asegurando la calidad y el trabajo digno. El Proyecto Aviar en General Pico busca cubrir toda la cadena de producción, desde la genética hasta la comercialización cuidando que no se den situaciones de abuso ni explotación en ninguno de sus eslabones. 

Con ese fin se convocó a la Facultad de Veterinaria y otros organismos de Ciencia y Tecnología, locales para un trabajo conjunto que asegure la calidad y sustentabilidad del emprendimiento. Se aspira a que esa línea produzca un 10% del consumo local con una calidad garantizada por la cría en gallineros modulares estandarizados que garantizan las condiciones sanitarias adecuadas y bajo un protocolo común que asegura la trazabilidad y homogeneidad del producto.

Tratamiento de residuos domiciliarios

En la localidad de Gobernador Candioti, Santa Fe, se desarrolla una experiencia de gestión y tratamiento de residuos que ha logrado un exitoso nivel de reciclaje pasando de 36 mil kilos mensuales que iban a vertederos a solo 9 mil, reutilizando los restantes 27 mil kilos. El pueblo, de 1.200 habitantes, encaró esta experiencia mediante la cooperativa Eco Candioti en la que trabajan 12 personas, con 7 trabajadores en la planta de reciclaje y profesionales especializados en saneamiento, energías renovables, asesoramiento técnico y trabajo de difusión. 

En solo dos meses de campaña, el 75% de los vecinos sacaba correctamente los residuos. Esa conciencia surge en una localidad que repite varios de los problemas ambientales de pequeños pueblos con basurales a cielo abierto, afectados por el humo y el agua de pozo que toman, que recibía los residuos que se filtraban y ponían en riesgo el abastecimiento. La Comuna apoyó el proyecto, que además de hacer una concientización casa por casa sumó a la comunidad educativa local, que eligió el nombre y el logo de la cooperativa. Las fuentes de ingreso son la venta de compost y de cartón, papel y envases a compradores de la zona.

Residuos textiles

En la provincia de Córdoba hay una iniciativa del municipio capitalino llamada Centro Verde Telas, que consiste en espacios ubicados en distintos puntos de la ciudad para que los vecinos depositen la ropa usada y retazos textiles con la intención de recuperar telas para que no se conviertan en residuo. Ese material se entrega a 12 trabajadoras de cooperativas que seleccionan el material que luego pasa a empresas que trabajan con este insumo. Desde la perspectiva de la producción social, 33 este ciclo podría completarse con crear una cadena completa con valor agregado para la empresa social con el asesoramiento tecnológico de organismos como INTI Textiles. La ciudad de Santa Fe tiene un proyecto muy similar con el agregado de un taller para capacitar a los trabajadores y trabajadoras involucrados, no solo para reparar sino también para que tengan nociones de diseño de indumentaria con especialistas. En los dos casos mencionados se requiere de la participación de profesionales que puedan diseñar un esquema de recolección de textiles que no dependa exclusivamente de la voluntad de los vecinos de donar la ropa para crear un circuito que permita una producción sostenible y que sea más eficiente la intención de evitar que ese residuo vaya a los vertederos.

En la provincia de Buenos Aires, se trabaja en una experiencia piloto con algunas semejanzas. Con la premisa de “sumar trabajo para restar pobreza”, en un año y medio De La Nada Asociación Civil hizo cuatro capacitaciones dictadas por profesionales en diseño y tecnología textil para 59 mujeres de General Rodríguez y Luján. Esta organización promueve un trabajo articulado al que ya se sumaron 21 empresas, ONG e instituciones educativas. Sus primeras trece egresadas ya confeccionaron 5.200 productos con descartes textiles y además de generar ingresos propios, una parte de lo que venden sirve para sostener la escuela. 

En este caso cuentan con el apoyo de la firma de indumentaria Levi’s, que facilitó la inauguración de la Escuela de Oficios Textiles en Luján donando máquinas y equipamiento. Allí se forma y brinda una salida laboral a mujeres de sectores vulnerables y se ofrecen servicios a empresas y diseñadores que busquen generar un impacto social y ambiental en sus producciones. De La Nada se ocupa de la parte social y de capacitación, del diseño de productos y vínculos con las empresas; que donan descartes textiles o compran productos realizados por las mujeres capacitadas como porta cosméticos, cartucheras, bolsos, paneras, riñonera y porta laptops. Los cursos capacitan en diseño, costura inicial y moldería, pero proyectan ampliarlos para mejorar la calidad de los productos y fortalecer la inserción laboral.

Paneles de durlock con residuos de trigo 

La cooperativa Falucho, de Tandil, en la provincia de Buenos Aires, está en la etapa final de un proyecto de producir paneles de construcción a partir del rastrojo de trigo, un rezago que habitualmente se quema produciendo un problema ambiental. El doble efecto de esta producción es reutilizar un residuo y, al mismo tiempo, reemplazar al durlock que es un material derivado del petróleo y también es contaminante. El proyecto plantea además una alternativa para la organización de las empresas sociales asociadas con capitales privados dado que en este caso la cooperativa trabaja en conjunto con la empresa Bioceres, que participa de la iniciativa aportando las máquinas necesarias que se deben importar y la australiana Ortech, líder en la tecnología que se utiliza para este tipo de paneles.

Conectividad social

Unos 2.500 hogares de Lavalle, en la provincia de Mendoza, cuentan con un servicio de internet eficiente y barato gracias a la iniciativa de la municipalidad local, que impulsó en 2017 la creación de una empresa mixta, con un 90 % de participación estatal comunal y 10 % privada.

Proyectos Lavalle SAPEM (sociedad anónima con participación estatal mayoritaria) es el consorcio que la administra y el nombre comercial es Interluz. El departamento de Lavalle tiene cerca de 50 mil habitantes distribuidos de manera muy dispersa, con una densidad poblacional muy baja y extensas zonas rurales. Con estas características, resulta un mercado muy poco atractivo para la actividad privada. 

Es un problema común a cientos de poblaciones rurales en toda la Argentina. Una investigación del Programa Cambio Rural, señala que en 2020 cerca del 90% de los habitantes de las zonas rurales no tenía internet y que en pueblos de hasta 2.000 habitantes, un tercio no tenía ese servicio y menos del 15 % accedía a internet fijo.

Hongos comestibles a partir de descarte de cerveza 

Un caso que puede adaptarse perfectamente a la modalidad de la producción social es el de la experiencia apoyada por el CONICET y la UNSAM que busca promover el consumo de hongos comestibles a partir de una alianza entre una gran empresa y una pyme, que podría adaptarse a escalas más pequeñas para empresas sociales. En la Argentina, el consumo de hongos comestibles es de apenas 200 gramos anuales por persona, frente a un promedio mundial de 4 kilos y en algunos países cerca de 200 kilos. Se trata de un mercado con todo el potencial para crecer, pero que necesita de emprendimientos que diversifiquen la oferta disponible. Esta es una oportunidad que puede ser de interés para la producción social. 

La firma Micelio Bio selló una alianza con Cervecería y Maltería Quilmes para producir hongos comestiblesles a partir del bagazo de cebada, resultante del proceso de elaboración de la cerveza. El proyecto contó con el apoyo de La Ciudad Posible en su proceso de incubación y aceleración, y el soporte científico-tecnológico del Laboratorio de Micología y Cultivo de hongos Comestibles y Medicinales Intech Conicet Unsam. La alianza entre ambas empresas permitirá producir hasta 10 toneladas de hongos por mes, en la nueva planta de Chascomús. Una vez que procesa la cebada, Quilmes genera un bagazo que se usa para alimento animal. El Intech del Conicet Unsam realizó un estudio de valorización de bagazo 11 para la producción de hongos comestibles que funcionó muy bien con Shiitakes y a partir de ese resultado se probó con otras especies. 

Para desarrollarse, los hongos necesitan materia orgánica, y la paja de trigo, el aserrín, la cáscara de soja y el bagazo son materia orgánica. También la corteza de árbol, la yerba y la borra de café son sustratos que se pueden utilizar. Así como la producción y las variedades son diversas, también las opciones de venta. Se pueden comercializar secos, frescos o deshidratados, pero también se usan como suplementos alimentarios o como parte de algún preparado de algún producto elaborado. 

En este caso en el que intervienen como actores organismos del complejo científico-técnico y de la empresa privada, se construyó una planta productora en Chascomús para la que se invirtieron 50 millones de pesos, de los cuales Quilmes aportó 15 millones. Pero no todo termina en la producción de los hongos comestibles, sino que la oferta incluye kits de autocultivo; productos elaborados; capacitaciones; consultorías y asistencia técnica; hongueras móviles, e investigación y desarrollo de nuevos productos.

Reutilización de suero con valor agregado 

En la escuela industrial IPET 263, de Las Varillas, en Córdoba, alumnos y profesores están trabajando en una iniciativa que apunta a utilizar el suero -residuo que se genera a partir de la coagulación de la leche en el proceso de elaboración del queso- para generar un desengrasante formulado. 

Alrededor del 90% del total de la leche utilizada en la industria quesera, es eliminada como lactosuero, que con frecuencia es vertido en corrientes de agua y se lo considera uno de los mayores contaminantes de la industria. El 34% de la producción de leche en nuestro país, se destina exclusivamente a la obtención de quesos, actividad realizada por el 70% de las empresas lácteas y más del 90% de las pymes del sector, siendo el lactosuero el principal subproducto. 

Si bien se estima que de miles de toneladas anuales de suero líquido generadas el 33-35% se destina a la obtención de lactosa y derivados proteicos y otro 5%, es transformado en suero en polvo. El porcentaje restante, alrededor de un 60%, se desecha como efluente o se utiliza para la alimentación animal. La escuela se encuentra en una importante cuenca lechera y busca impulsar esta investigación para evitar el deterioro ambiental que se genera en espejos de agua, napas, suelos y aire como consecuencia de un mal manejo de este residuo. El desarrollo además agrega valor al producto y podría ser considerado como una producción factible de una empresa social regional con el aporte de la innovación tecnológica.

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